EL DIOS QUE YO CONOZCO

18.00. Crítica de las formas - Introducción

La aplicación de la crítica de las formas al NT no se hizo sino hasta el siglo XX, después de la propagación de la hipótesis de dos fuentes para los Evangelios. La crítica de las formas, o sea Formgeschichte o Formkritlk, en alemán, se inspiró en el trabajo crítico de H. Gunkel en relación con el AT.

El propósito de la crítica de las formas del NT es tratar de identificar la tradición que antecede a la fuente, y describir cómo esta tradición acerca de Jesús se transmitió oralmente de persona a persona y de comunidad a comunidad.

La crítica de las formas especialmente se ha preocupado de las modificaciones que la vida y el pensamiento de la iglesia, tanto entre los cristianos judíos como entre los cristianos gentiles, introdujeron en la tradición.

Los críticos de las formas han preparado criterios para distinguir los diferentes estratos que reflejan las preocupaciones de la iglesia, de aquellos estratos que se remontan a los acontecimientos históricos o al mensaje original.

La crítica de las formas al principio sólo se aplicó a los Evangelios sinópticos; más tarde se ha aplicado a aclamaciones, doxologías, confesiones, himnos, epístolas y otros materiales de exhortación o consejo del Nuevo Testamento.

17.00. Crítica de las fuentes del Evangelio de Juan

El Evangelio de Juan tiene pocos paralelos con los sinópticos. La tradición cristiana ha afirmado desde los primeros tiempos que este Evangelio se escribió a fines del primer siglo, después de los sinópticos. En el siglo XIX los eruditos negaron que el Evangelio de Juan se hubiera escrito antes del año 150 d. C.; por lo tanto, Juan el discípulo no podría haber sido su autor. También se afirmó que el autor de Juan no conocía los Evangelios sinópticos, y por lo tanto había empleado otras fuentes literarias.

En 1941 Rudolf Bultmann publicó un comentario sobre Juan, en el cual proponía que el cuarto Evangelio era obra de un gnóstico convertido al cristianismo y que su autor empleó tres fuentes: (1) una fuente llamada Semeia ("señales"), que sería una colección de relatos de milagros no necesariamente históricos; (2) una fuente llamada del discurso revelatorio, que sería una colección de discursos de origen gnóstico; y (3) una fuente que contenía el relato de la pasión y la resurrección, similar a los Evangelios sinópticos, pero independiente de ellos. El evangelista habría entretejido estas tres fuentes, pero sólo mediante la ayuda de un redactor posterior pudo el Evangelio haber tomado su forma actual.

La complicada teoría de Bultmann ha sido criticada por diversas razones: (1) las supuestas diferencias de estilo de las diferentes fuentes no pueden verificarse; (2) las señales y los discursos en Juan están tan entretejidos que no pueden haber sido tomados de fuentes independientes; (3) los dichos de Jesús son parte integral de los discursos y pertenecen a la tradición primitiva; y (4) no se conocen documentos antiguos que sean parecidos a los que se afirma que existieron.

Además, la fecha posterior que se le asigna al Evangelio de Juan (mediados del siglo II) no puede ser correcta. En 1935 se publicó un fragmento de un papiro egipcio en el cual se encuentra Juan 18: 31-33, 37-38. La escritura de este manuscrito, el Papiro Rylands 457, comúnmente designado como P52, muestra que no pudo haberse escrito después del año 125 d. C. Al discutir este hallazgo, el erudito Adolfo Deissman escribió:

"Una multitud de hipótesis concernientes a un origen posterior para el Evangelio según Juan, se marchitarán como plantas de invernadero. En el papiro Rylands tenemos una prueba documental de que el Evangelio según Juan no sólo ya existía en la primera mitad del siglo II, sino que copias del mismo ya habían llegado a Egipto. El origen del Evangelio debe, por lo tanto, asignarse a tiempos muy anteriores" (en Deutsche Allgemeine Zeitung, 3 de diciembre de 1935).

Al comentar sobre el mismo manuscrito, Federico Kenyon dijo: "Si hay un punto en el cual la escuela progresista sentía más confianza que en cualquier otro, era que el cuarto Evangelio había sido escrito en una fecha posterior... Por lo tanto, causa satisfacción hallar que precisamente en el caso del cuarto Evangelio la evidencia de una fecha en el siglo I es sumamente convincente" (The Bible and Archaeology, p. 128). Kenyon afirmó además que la evidencia del Papiro Rylands 457 ayuda a "confirmar la fecha tradicional de composición [del Evangelio según San Juan] en los últimos años del primer siglo" (Our Bible and the Ancient Manuscripts [Nueva York: Harper, 1940], p. 128).

Con referencia al supuesto trasfondo y contenido gnóstico de Juan, el profesor E. R. Goodenough, de la Universidad de Yale, afirmó que el libro no tiene nada que sea específicamente gnóstico, como los críticos lo habían afirmado. El descubrimiento en Nag Hamadi (alto Egipto) en 1947 de 48 tratados gnósticos, mostró que el gnosticismo del segundo siglo sostenía principios muy diferentes a los propuestos en el Evangelio de Juan. Algunos de estos documentos indican que las ideas teológicas de Juan, supuestamente del siglo II, en verdad eran anteriores al tiempo del ministerio de Cristo.

No importa lo que digan los críticos en cuanto al origen del Evangelio de Juan, haremos bien en no perder de vista el autotestimonio de Juan 19: 35 y 21: 24-25, donde se recalca en forma enfática que su autor fue testigo ocular de lo ocurrido. El hecho de que la presentación de este Evangelio sea diferente de los sinópticos sólo destaca la manera como el Espíritu Santo obra con los autores en forma individual.

16.01. ¿Qué puede decirse en cuanto al problema sinóptico?

1. Por lo que se lee en Lucas 1: 1-3 y por los paralelos verbales entre los Evangelios sinópticos, es evidente que por lo menos Mateo y Lucas fueron guiados por el Espíritu Santo a usar documentos ya escritos en la preparación de sus Evangelios. Era natural que muchas personas hubieran conservado relatos, tanto orales como escritos, de la vida, la obra y las enseñanzas de Jesús. Lucas afirma específicamente que así fue (cap. 1: 1). Sugiere, además, que antes de escribir su propio relato había investigado en las fuentes disponibles. Una cuidadosa comparación de Mateo con Marcos y Lucas muestra que Mateo también utilizó fuentes escritas. Por ejemplo, los pasajes paralelos de Mateo 9: 6, Marcos 2: 10-11 y Lucas 5: 24 tienen una fraseología casi idéntica, y los tres contienen la misma dificultad gramatical que atenta contra el claro sentido de los pasajes. Otra evidencia de que los evangelistas recurrieron al uso de documentos escritos aparece en el uso de palabras idénticas, pero poco comunes, en pasajes paralelos. Todo parece indicar que, guiados por el Espíritu Santo, los autores de Mateo y Lucas emplearon en la redacción de sus Evangelios materiales ya escritos acerca de la vida y las enseñanzas de Cristo.

2. Es probable que el Evangelio de Marcos haya sido el primero que se escribió. Es notable que casi todo el material de este Evangelio se halla en los otros. Westcott encontró sólo 24 versículos en todo el Evangelio de Marcos que no tienen paralelos (Introduction to the Study of the Gospels, p. 192). Sólo uno por ciento del relato de Marcos fue narrado únicamente por él. El hecho de que el Evangelio de Marcos sea el más corto, pero que en muchos de los acontecimientos que relata presenta más detalles que Mateo o Lucas, sugiere que Marcos es la base de Mateo y Lucas y no una condensación de uno u otro de los dos.

3. Era totalmente natural que circularan muchos informes orales en cuanto a la vida y la enseñanza de Jesús en la iglesia primitiva. La predicación de los apóstoles se centraba en Cristo; por lo tanto, los informes de quienes habían estado con él deben haber tenido amplia circulación en la iglesia. El hecho de que Pablo se refiera a un dicho de Jesús (Hechos 20: 35) que no aparece en los Evangelios, sugiere la existencia de tales materiales. Juan afirmó que había -pero que no registraba- muchas otras cosas que Jesús hizo (Juan 21: 25); éstas deben haberse conservado en forma oral o escrita. Lucas señala claramente que existían muchos documentos (Lucas 1: 1-3). Es, pues, muy probable que éstos hayan sido los materiales a los cuales el Espíritu Santo dirigió a los evangelistas.

4. No era más que natural que aquellos que habían estado con Cristo incorporaran recuerdos personales en su relato. Mateo fue uno de los doce; tenía una experiencia fresca, personal. Los otros evangelistas sólo tuvieron una asociación marginal con Jesús durante su vida terrenal; dependieron más bien de los recuerdos de otros.

5. Lucas pudo haber comenzado a reunir materiales para componer su Evangelio mientras permaneció con Pablo en Cesarea; y ya en Roma, pudo haber entrado en contacto con Marcos (ver Colosenses 4: 10, 14) y su Evangelio. Pudo, pues, haber empleado materiales recogidos en su investigación y del Evangelio de Marcos; y, bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribió estas cosas para beneficio de Teófilo (Lucas 1: 1-4).

Estos comentarios no ofrecen en modo alguno una solución final al problema; pero el que estudia la Biblia puede estar confiado de que los Evangelios sinópticos representan el esfuerzo interrelacionado y divinamente inspirado de escritores del primer siglo de la era cristiana, quienes reconocieron la validez de relatos escritos por otros cristianos. El Espíritu Santo dirigió en la selección de los materiales, salvaguardó su integridad y les añadió por revelación directa, para que pudiera conservarse un registro auténtico e inspirado de la vida, muerte y resurrección del Hijo de Dios.