El enfoque naturalista de las Escrituras invalida la profecía.
Según muchos eruditos, profetizar en el nombre de Dios significa hablar las palabras de Dios, pero no predecir el futuro. El hombre no es capaz de prever el futuro distante, por lo tanto no hay predicción, sino sólo la narración de eventos cumplidos.
Algunos críticos han admitido la posibilidad de que el profeta pueda predecir un hecho dentro del período de su vida y en su ambiente.
En cuanto a esto G. Ernest Wright afirmó: "Una profecía se da antes de lo que predice, pero es contemporánea con lo que presupone o posterior" (Isaías [1964], p. 8).
Estas palabras aplicadas a Isaías significarían que
(1) las partes del primer Isaías (cap. 1-39), donde se predice la destrucción de Israel por el poder de Asiria y se presupone la situación política del tiempo de Isaías (fines del siglo VIII a. C.), pueden considerarse como genuinas.
(2) El segundo Isaías (cap. 40-55), donde se predice el retorno de Israel gracias a la actuación de Ciro (44: 28; 45:1), presupone que los judíos están en el exilio y que Jerusalén está en ruinas; y por esto debe fecharse en tiempos del exilio o más tarde, porque debe ser contemporáneo o posterior a la situación que presupone.
(3) El tercer Isaías (cap. 56-66) predice nuevos cielos y tierra, y presupone que algunos exiliados ya han regresado y que el templo ha sido reconstruido o está en proceso de reconstrucción (cf. Isa. 56:7; 66:1).
En consecuencia, esta teoría sugiere que estos capítulos deben haberse escrito, después del regreso del exilio.
Esta forma de pensar no sólo restringe la actividad de Dios en la mente del profeta, imponiéndole limitaciones humanas, sino que aplica a la profecía las presuposiciones de los eruditos en cuanto al tiempo del cumplimiento de la profecía, ya sea apropiado o no.
Por esta razón no encuentramos suficiente evidencia para invalidar la profecía predictiva a largo plazo en Isaías.