El Evangelio de Juan tiene pocos paralelos con los sinópticos. La tradición cristiana ha afirmado desde los primeros tiempos que este Evangelio se escribió a fines del primer siglo, después de los sinópticos. En el siglo XIX los eruditos negaron que el Evangelio de Juan se hubiera escrito antes del año 150 d. C.; por lo tanto, Juan el discípulo no podría haber sido su autor. También se afirmó que el autor de Juan no conocía los Evangelios sinópticos, y por lo tanto había empleado otras fuentes literarias.
En 1941 Rudolf Bultmann publicó un comentario sobre Juan, en el cual proponía que el cuarto Evangelio era obra de un gnóstico convertido al cristianismo y que su autor empleó tres fuentes: (1) una fuente llamada Semeia ("señales"), que sería una colección de relatos de milagros no necesariamente históricos; (2) una fuente llamada del discurso revelatorio, que sería una colección de discursos de origen gnóstico; y (3) una fuente que contenía el relato de la pasión y la resurrección, similar a los Evangelios sinópticos, pero independiente de ellos. El evangelista habría entretejido estas tres fuentes, pero sólo mediante la ayuda de un redactor posterior pudo el Evangelio haber tomado su forma actual.
La complicada teoría de Bultmann ha sido criticada por diversas razones: (1) las supuestas diferencias de estilo de las diferentes fuentes no pueden verificarse; (2) las señales y los discursos en Juan están tan entretejidos que no pueden haber sido tomados de fuentes independientes; (3) los dichos de Jesús son parte integral de los discursos y pertenecen a la tradición primitiva; y (4) no se conocen documentos antiguos que sean parecidos a los que se afirma que existieron.
Además, la fecha posterior que se le asigna al Evangelio de Juan (mediados del siglo II) no puede ser correcta. En 1935 se publicó un fragmento de un papiro egipcio en el cual se encuentra Juan 18: 31-33, 37-38. La escritura de este manuscrito, el Papiro Rylands 457, comúnmente designado como P52, muestra que no pudo haberse escrito después del año 125 d. C. Al discutir este hallazgo, el erudito Adolfo Deissman escribió:
"Una multitud de hipótesis concernientes a un origen posterior para el Evangelio según Juan, se marchitarán como plantas de invernadero. En el papiro Rylands tenemos una prueba documental de que el Evangelio según Juan no sólo ya existía en la primera mitad del siglo II, sino que copias del mismo ya habían llegado a Egipto. El origen del Evangelio debe, por lo tanto, asignarse a tiempos muy anteriores" (en Deutsche Allgemeine Zeitung, 3 de diciembre de 1935).
Al comentar sobre el mismo manuscrito, Federico Kenyon dijo: "Si hay un punto en el cual la escuela progresista sentía más confianza que en cualquier otro, era que el cuarto Evangelio había sido escrito en una fecha posterior... Por lo tanto, causa satisfacción hallar que precisamente en el caso del cuarto Evangelio la evidencia de una fecha en el siglo I es sumamente convincente" (The Bible and Archaeology, p. 128). Kenyon afirmó además que la evidencia del Papiro Rylands 457 ayuda a "confirmar la fecha tradicional de composición [del Evangelio según San Juan] en los últimos años del primer siglo" (Our Bible and the Ancient Manuscripts [Nueva York: Harper, 1940], p. 128).
Con referencia al supuesto trasfondo y contenido gnóstico de Juan, el profesor E. R. Goodenough, de la Universidad de Yale, afirmó que el libro no tiene nada que sea específicamente gnóstico, como los críticos lo habían afirmado. El descubrimiento en Nag Hamadi (alto Egipto) en 1947 de 48 tratados gnósticos, mostró que el gnosticismo del segundo siglo sostenía principios muy diferentes a los propuestos en el Evangelio de Juan. Algunos de estos documentos indican que las ideas teológicas de Juan, supuestamente del siglo II, en verdad eran anteriores al tiempo del ministerio de Cristo.
No importa lo que digan los críticos en cuanto al origen del Evangelio de Juan, haremos bien en no perder de vista el autotestimonio de Juan 19: 35 y 21: 24-25, donde se recalca en forma enfática que su autor fue testigo ocular de lo ocurrido. El hecho de que la presentación de este Evangelio sea diferente de los sinópticos sólo destaca la manera como el Espíritu Santo obra con los autores en forma individual.
En 1941 Rudolf Bultmann publicó un comentario sobre Juan, en el cual proponía que el cuarto Evangelio era obra de un gnóstico convertido al cristianismo y que su autor empleó tres fuentes: (1) una fuente llamada Semeia ("señales"), que sería una colección de relatos de milagros no necesariamente históricos; (2) una fuente llamada del discurso revelatorio, que sería una colección de discursos de origen gnóstico; y (3) una fuente que contenía el relato de la pasión y la resurrección, similar a los Evangelios sinópticos, pero independiente de ellos. El evangelista habría entretejido estas tres fuentes, pero sólo mediante la ayuda de un redactor posterior pudo el Evangelio haber tomado su forma actual.
La complicada teoría de Bultmann ha sido criticada por diversas razones: (1) las supuestas diferencias de estilo de las diferentes fuentes no pueden verificarse; (2) las señales y los discursos en Juan están tan entretejidos que no pueden haber sido tomados de fuentes independientes; (3) los dichos de Jesús son parte integral de los discursos y pertenecen a la tradición primitiva; y (4) no se conocen documentos antiguos que sean parecidos a los que se afirma que existieron.
Además, la fecha posterior que se le asigna al Evangelio de Juan (mediados del siglo II) no puede ser correcta. En 1935 se publicó un fragmento de un papiro egipcio en el cual se encuentra Juan 18: 31-33, 37-38. La escritura de este manuscrito, el Papiro Rylands 457, comúnmente designado como P52, muestra que no pudo haberse escrito después del año 125 d. C. Al discutir este hallazgo, el erudito Adolfo Deissman escribió:
"Una multitud de hipótesis concernientes a un origen posterior para el Evangelio según Juan, se marchitarán como plantas de invernadero. En el papiro Rylands tenemos una prueba documental de que el Evangelio según Juan no sólo ya existía en la primera mitad del siglo II, sino que copias del mismo ya habían llegado a Egipto. El origen del Evangelio debe, por lo tanto, asignarse a tiempos muy anteriores" (en Deutsche Allgemeine Zeitung, 3 de diciembre de 1935).
Al comentar sobre el mismo manuscrito, Federico Kenyon dijo: "Si hay un punto en el cual la escuela progresista sentía más confianza que en cualquier otro, era que el cuarto Evangelio había sido escrito en una fecha posterior... Por lo tanto, causa satisfacción hallar que precisamente en el caso del cuarto Evangelio la evidencia de una fecha en el siglo I es sumamente convincente" (The Bible and Archaeology, p. 128). Kenyon afirmó además que la evidencia del Papiro Rylands 457 ayuda a "confirmar la fecha tradicional de composición [del Evangelio según San Juan] en los últimos años del primer siglo" (Our Bible and the Ancient Manuscripts [Nueva York: Harper, 1940], p. 128).
Con referencia al supuesto trasfondo y contenido gnóstico de Juan, el profesor E. R. Goodenough, de la Universidad de Yale, afirmó que el libro no tiene nada que sea específicamente gnóstico, como los críticos lo habían afirmado. El descubrimiento en Nag Hamadi (alto Egipto) en 1947 de 48 tratados gnósticos, mostró que el gnosticismo del segundo siglo sostenía principios muy diferentes a los propuestos en el Evangelio de Juan. Algunos de estos documentos indican que las ideas teológicas de Juan, supuestamente del siglo II, en verdad eran anteriores al tiempo del ministerio de Cristo.
No importa lo que digan los críticos en cuanto al origen del Evangelio de Juan, haremos bien en no perder de vista el autotestimonio de Juan 19: 35 y 21: 24-25, donde se recalca en forma enfática que su autor fue testigo ocular de lo ocurrido. El hecho de que la presentación de este Evangelio sea diferente de los sinópticos sólo destaca la manera como el Espíritu Santo obra con los autores en forma individual.