EL DIOS QUE YO CONOZCO

19.00. Crítica de la redacción del NT - Introducción

La crítica de la redacción se ha convertido en un área muy importante de estudios desde 1950. Presupone la efectividad de la crítica de las formas y las fuentes; pero también es en cierto modo una reacción contra la crítica de las formas que consideraba a los evangelistas como meros recopiladores y no como individuos que pusieron su propia impresión teológica en los materiales formados en el período oral.

La crítica de las formas insiste en que un pasaje se desarrolló en determinada situación de vida real en la comunidad, mientras que la crítica de la redacción ubica esa situación con el autor. En esta forma los evangelistas pasan a ser teólogos y no meros recopiladores. Relatan una historia a la luz de sus propios intereses teológicos, dándole nuevo significado.

La crítica de la redacción se concentra en cómo un autor principal ha adaptado o redactado materiales anteriores para satisfacer sus propias necesidades teológicas. Trata de entender por qué las diferentes tradiciones fueron modificadas en cierta forma; procura identificar los motivos teológicos; trata de dilucidar el punto de vista teológico que allí se expresa.

La crítica de la redacción originalmente se limitó a los sinópticos y a Hechos; pero los estudios críticos de las fuentes y de las formas del Evangelio de Juan han proporcionado una base para hacer también la crítica de la redacción de este libro.

18.02. Reacciones contra la crítica de las formas

Existe una creciente preocupación de que las presuposiciones antropológicas y sociológicas en las cuales se apoya la crítica de las formas no tienen suficiente fundamento.

El estudio del folclor sugiere que una tradición que se origina en una persona tiene a esa persona como centro y no los hechos aislados de dicha persona. Además, se ha visto que las necesidades socioculturales no producen relatos, lo cual invalida el argumento de que los Evangelios fueron compilados para hacer frente a las necesidades misioneras de la iglesia.

Además, una parábola, una alegoría, o un dicho se originan siempre en una persona, lo cual desdice la importancia que se concede a una comunidad creativa. También se ha demostrado que el concepto de que lo más antiguo es más corto, no siempre es respaldado por los hechos.

El erudito británico C. H. Dodd rechazó en 1932 la idea de que se puede sobreponer un marco a unidades independientes. El escandinavo H. Riesenfeld atacó en 1957 el postulado de que la formación del material tuvo lugar en la comunidad cristiana. Escribió: "El principio de la tradición evangélica está en Jesús mismo" (The Gospel Tradition and its Beginnings: A Study in the Limits of Formgeschichte, p. 23). Y por cuanto es así, se puede tener confianza en el valor histórico de los Evangelios. Además, las modificaciones hechas a las narraciones no podrían haber sido grandes, porque transcurrió poco tiempo entre la vida de Jesús y la redacción de los Evangelios.

Declaraciones como la de Bultmann, que los Evangelios no son el producto de la vida de Jesús sino que la vida de Jesús es el producto de la tradición, ponen a un lado el valor histórico de los Evangelios y les asignan categorías literarias occidentales.

Los Evangelios tuvieron, sin duda, un valor "kerigmático" y sirvieron para un propósito misionero; además contienen una historia de las cosas que entre nosotros han sido "ciertísimas", escritas "desde su origen" y "por orden" (Lucas 1: 1, 3).

18.01. Crítica de las formas de los Evangelios sinópticos

Después de la amplia aceptación de la hipótesis de dos fuentes a comienzos de siglo, la investigación literaria de los sinópticos se estancó. El problema era cómo llegar más allá de las fuentes escritas, a la tradición oral.

Como en la crítica de formas del AT, el principio en el cual se basa el método es que la memoria popular es el vehículo de la tradición, la cual opera con pequeñas unidades que crecen a medida que la tradición se desarrolla. Se entiende que el recuerdo popular no existe para su propio beneficio, sino por causa de alguna necesidad o interés de la comunidad; y además, que la situación de vida real que dio nacimiento a la tradición es determinada por fuerzas socioculturales que son las que forman la matriz intelectual para cada unidad de tradición.

La crítica de las formas de los sinópticos nació alrededor de 1920. K. L. Schmidt publicó un estudio en el cual afirmó que los Evangelios sinópticos eran colecciones estilo mosaico, de episodios cortos e independientes de la vida de Jesús, los cuales habían circulado como unidades independientes antes de haber sido escritos; pero que pocas de estas unidades tenían alguna indicación del lugar o del tiempo de su origen. Marcos habría proporcionado el marco de eslabones conectores y resúmenes, y de ese modo suplió la situación en la vida de la iglesia, la cual conservó, adaptó y amplió esos relatos para fines litúrgicos, pastorales y misioneros.

Poco más o menos en ese mismo tiempo Martín Dibelius (1883-1947) propuso que la tradición de la iglesia primitiva fue modelada por las necesidades de la actividad misionera. Antes de que surgiera esa necesidad en la iglesia, no había habido Evangelios sino sólo cortos párrafos o perícopas. La iglesia no estaba pensando en biografía ni en historia cuando compuso los Evangelios; sólo buscaba una manera de convertir a los no creyentes. Dibelius encontró en los sinópticos una serie de formas: paradigmas, novelas, leyendas, mitos y el relato de la pasión.

El tercero de los padres de la crítica de las formas fue Rudolf Bultmann, cuya Historia de la tradición sinóptica se publicó en 1921. En ésta -la más ambiciosa y controversias de las tres obras- sistemáticamente dividió el material de los sinópticos en apotegmas, dichos del Señor, milagros, relatos históricos y leyendas. Bultmann expresó gran escepticismo en cuanto a la confiabilidad histórica del material evangélico, asignando la mayor parte del mismo a la imaginación creativa de las primitivas comunidades cristianas.

Tanto Dibelius como Bultmann escribieron sobre la vida de Jesús, es decir, sobre los "hechos" y las "palabras" de Jesús. Concordaron en que nunca podría escribirse una biografía, puesto que las informaciones cronológicas y geográficas existentes carecían de valor. La influencia de estos eruditos sobre la crítica de las formas aún se deja sentir.

El norteamericano B. S. Easton presentó conferencias sobre el mismo tema en 1928. Subrayó la importancia de la tradición oral y empleó las categorías de la crítica de las formas. Sin embargo, afirmó que el método no podía dar ninguna información en cuanto a la veracidad de los eventos narrados.

En 1933 el erudito británico V. Taylor entró en escena, aceptando la presuposición básica de que la tradición evangélica primero había circulado en pequeñas unidades aisladas. Queriendo reconocer un elemento divino en los Evangelios, sin conceder que habían sido salvaguardados en forma sobrenatural durante el período de la transmisión oral, escribió: "Pero vemos que [los Evangelios] llegaron a existir en formas humanas, que en su sabiduría Dios no vio necesario salvaguardarlos por medio de medidas protectoras, sino que los dejó libres para que solos hicieran su propia conquista" (The Formation of the Gospel Tradition, p. 2).

Aun para este conservador, una parte clave del método de la crítica de las formas era la suposición de que en el período de su transmisión oral, la comunidad había tenido una influencia formativa sobre la tradición.