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2.01. Los textos hebreos

Los textos hebreos son pocos y mayormente recientes.
Antes de descubrirse los Rollos del Mar Muerto, los más antiguos eran de los siglos IX al XI d. C.

La Biblia hebrea de estudio más usada - la tercera ed. de la Biblia Hebraica, editada en Alemania por Rodolfo Kittel-, se basa en el Códice de Leningrado, B19ª, terminado en el año 1008 d. C.

En la nueva edición de esta Biblia (1978), denominada Biblia Hebraica Stuttgartensia o BHS, editada por Karl Elliger, el aparato crítico (es decir las notas donde se comparan las variantes que aparecen en los diferentes manuscritos) fue enteramente revisado y puesto al día, incluyéndose la evidencia de los Rollos del Mar Muerto y de otros hallazgos.

Sin embargo, el texto hebreo sigue siendo mayormente una reproducción del Códice de Leningrado. Este códice es uno de varios manuscritos hebreos importantes asociados con la familia de ben Aser, famosa familia judía de eruditos masoréticos en Tiberias durante cinco generaciones.

Los masoretas (palabra que deriva de una raíz aramea que signífica transmitir", "entregar") fueron los custodios del texto hebreo tradicional desde el siglo VI hasta el siglo XI d.C. Inventaron un sistema de vocalización para el texto hebreo, que hasta ese momento se escribía sin vocales, y establecieron reglas para la transmisión fiel del texto bíblico tal como existía en su tiempo. Por esto el texto hebreo estándar se conoce como texto masorético (TM).

Existen otros cuatro manuscritos hebreos que contienen el texto de ben Aser.

El más antiguo de éstos es el Códice de El Cairo, que contiene los profetas anteriores (denominación judía, que abarca desde Josué hasta Reyes), y los profetas posteriores (denominación judía para los profetas mayores y menores, excepto Daniel), escrito por Moisés ben Aser y fechado en el año 895 d. C.

El Códice de Leningrado de los profetas posteriores está fechado en el año 916 d.C.

El Códice del Museo Británico (Oriental 4445) es un manuscrito incompleto del Pentateuco, fechado en el año 950 d. C.

El Códice de Alepo (así llamado porque durante siglos se conservó en esa ciudad de Siria), que originalmente contenía todo el AT, pero que ahora está incompleto, se considera como el más precioso de todos. Este códice, corregido y puntuado por Aarón ben Aser en el año 930 d. C. es la base de una nueva edición crítica de la Biblia hebrea publicada en Jerusalén. En nuestros días, este manuscrito es designado generalmente como Kéter Aram Tzová (Kéter “corona” y Aram Tzová es el antiguo nombre hebreo de Alepo).

Estos manuscritos representan la culminación del trabajo de los escribas hebreos pero la fecha de su escritura dista muchos siglos del momento cuando los autores de la Biblia hebrea los escribieron.

¿Por qué son relativamente recientes los manuscritos hebreos existentes?

Son dos las explicaciones principales de este fenómeno.

En primer lugar, a través de los siglos las guerras y la persecución casi lograron destruir por completo estos antiguos documentos, y por otra parte, la costumbre judía establecida era de enterrar los anteriores manuscritos para proteger de profanación el nombre de Dios.

Cuando un manuscrito estaba viejo, lo ponían en la geniza ("escondite"), un cuarto de la sinagoga situado en el sótano o en el altillo, pero siempre escondido. Cuando la geniza se llenaba, todos los manuscritos se enterraban con gran ceremonia. Se permitía así que la naturaleza destruyera los manuscritos. Por estas dos razones son pocos los manuscritos hebreos antiguos que se han descubierto.

Sin embargo, a pesar de que los manuscritos hebreos que existen son relativamente recientes, hay razón para creer que representan con precisión el texto básico de las Escrituras hebreas escritas por sus autores originales. Esta confianza se basa en lo que se sabe del método de trabajo de los escribas.

En Soferim, tratado menor del Talmud babilónico, en cuyos 21 capítulos se dan instrucciones precisas sobre la copia de MSS, se detallan los materiales que debían usarse, el tamaño de las columnas, de los espacios y de las letras; la forma de escribir los nombres de Dios, la ordenación de las letras y la reverencia con que debían tratarse los MSS de la Torah. No debía cambiarse ni una letra, aunque se supiera que era un error de ortografía. Ni una letra debía copiarse de memoria, para que no hubiera alguna posibilidad de error.