EL DIOS QUE YO CONOZCO

18.01. Crítica de las formas de los Evangelios sinópticos

Después de la amplia aceptación de la hipótesis de dos fuentes a comienzos de siglo, la investigación literaria de los sinópticos se estancó. El problema era cómo llegar más allá de las fuentes escritas, a la tradición oral.

Como en la crítica de formas del AT, el principio en el cual se basa el método es que la memoria popular es el vehículo de la tradición, la cual opera con pequeñas unidades que crecen a medida que la tradición se desarrolla. Se entiende que el recuerdo popular no existe para su propio beneficio, sino por causa de alguna necesidad o interés de la comunidad; y además, que la situación de vida real que dio nacimiento a la tradición es determinada por fuerzas socioculturales que son las que forman la matriz intelectual para cada unidad de tradición.

La crítica de las formas de los sinópticos nació alrededor de 1920. K. L. Schmidt publicó un estudio en el cual afirmó que los Evangelios sinópticos eran colecciones estilo mosaico, de episodios cortos e independientes de la vida de Jesús, los cuales habían circulado como unidades independientes antes de haber sido escritos; pero que pocas de estas unidades tenían alguna indicación del lugar o del tiempo de su origen. Marcos habría proporcionado el marco de eslabones conectores y resúmenes, y de ese modo suplió la situación en la vida de la iglesia, la cual conservó, adaptó y amplió esos relatos para fines litúrgicos, pastorales y misioneros.

Poco más o menos en ese mismo tiempo Martín Dibelius (1883-1947) propuso que la tradición de la iglesia primitiva fue modelada por las necesidades de la actividad misionera. Antes de que surgiera esa necesidad en la iglesia, no había habido Evangelios sino sólo cortos párrafos o perícopas. La iglesia no estaba pensando en biografía ni en historia cuando compuso los Evangelios; sólo buscaba una manera de convertir a los no creyentes. Dibelius encontró en los sinópticos una serie de formas: paradigmas, novelas, leyendas, mitos y el relato de la pasión.

El tercero de los padres de la crítica de las formas fue Rudolf Bultmann, cuya Historia de la tradición sinóptica se publicó en 1921. En ésta -la más ambiciosa y controversias de las tres obras- sistemáticamente dividió el material de los sinópticos en apotegmas, dichos del Señor, milagros, relatos históricos y leyendas. Bultmann expresó gran escepticismo en cuanto a la confiabilidad histórica del material evangélico, asignando la mayor parte del mismo a la imaginación creativa de las primitivas comunidades cristianas.

Tanto Dibelius como Bultmann escribieron sobre la vida de Jesús, es decir, sobre los "hechos" y las "palabras" de Jesús. Concordaron en que nunca podría escribirse una biografía, puesto que las informaciones cronológicas y geográficas existentes carecían de valor. La influencia de estos eruditos sobre la crítica de las formas aún se deja sentir.

El norteamericano B. S. Easton presentó conferencias sobre el mismo tema en 1928. Subrayó la importancia de la tradición oral y empleó las categorías de la crítica de las formas. Sin embargo, afirmó que el método no podía dar ninguna información en cuanto a la veracidad de los eventos narrados.

En 1933 el erudito británico V. Taylor entró en escena, aceptando la presuposición básica de que la tradición evangélica primero había circulado en pequeñas unidades aisladas. Queriendo reconocer un elemento divino en los Evangelios, sin conceder que habían sido salvaguardados en forma sobrenatural durante el período de la transmisión oral, escribió: "Pero vemos que [los Evangelios] llegaron a existir en formas humanas, que en su sabiduría Dios no vio necesario salvaguardarlos por medio de medidas protectoras, sino que los dejó libres para que solos hicieran su propia conquista" (The Formation of the Gospel Tradition, p. 2).

Aun para este conservador, una parte clave del método de la crítica de las formas era la suposición de que en el período de su transmisión oral, la comunidad había tenido una influencia formativa sobre la tradición.